44° Presidente Lenín Moreno.

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Publicado en Diario La Hora

El cambio de mando estuvo cargado de emotividad, tenían que mantener la estrategia de apelar a las emociones de la gente hasta el último minuto que durara el mandato de Correa, pero apenas asumió Moreno la tónica cambió, es aún muy temprano para saber si serán cambios estructurales o únicamente estéticos pero cuando menos fueron visibles, los 10 primeros decretos, eliminaron varias de las políticas más críticas del régimen: se terminó con la maquinaria electoral que significan las sabatinas, se eliminaron los innecesarios Ministerios Coordinadores, se cerró la cuestionada Secretaría del Buen Vivir y de paso se prescindió también de la Secretaría de la Administración Pública, sin duda estas medidas le ahorran unos cientos de miles de dólares al gobierno y más importante aún, constituyen medidas técnicas que debían tomarse, ante el innecesario gasto que se dio en estas dependencias. Quitando las medidas de austeridad y el que haya hablado de fortalecer la dolarización, muy poco más se puede leer entre líneas, en el discurso del Presidente Moreno, que entre poemas de Walt Whitman, canciones de Serrat y chascarrillos varios, ofreció apertura al dialogo y dejó muy poco al análisis discursivo, alocución bastante vacía de contenido, que no nos permite saber a ciencia cierta que tendencia ideológica es la que plantea aplicar durante sus cuatro años de gobierno, más allá de una cita a Keynes que tenía mucho de motivacional y nada de económica.

Catedráticos y personalidades interesantes conforman el gabinete de Moreno, uno que otro nefasto como Iván Espinel, irónico que presida el MIES, después de haber apostado por la pena de muerte; y la más estratégica tal vez, la de Cevallos como Gobernador del Guayas.

Ningún político sensato que verdaderamente ame al Ecuador, debería querer que Moreno fracase en su gestión, solo aquellos que entienden a la política desde la lógica amigo-enemigo de Schmitt, que fue promovida y usada por AP y que genera réditos electorales, pero a un coste muy alto, que es la erosión de las sociedades políticas y el retroceso en la búsqueda de la madurez que requiere nuestra aún incipiente cultura política ecuatoriana.

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